martes, noviembre 24, 2009

"El último rey de Venezuela"


POR:ROBERTO GIUSTI.

Se trata del complejo de inferioridad en alguien incapaz de emular a sus modelos.
Nadie debe admirarse por la confesa admiración de Chávez por Idi Amin, mejor conocido, entre otros motes, como “el carnicero de Kampala”. No se trata, como podría creerse, de ignorancia histórica (ante uno de los más dantescos prontuarios presentados por un jefe de Estado) o de mero palabrerío para llamar la atención, así sea de manera negativa, en los medios de comunicación de todo el mundo, aun cuando pueda haber algo de eso en su insólita declaración.
Creo, más bien, que estamos ante un complejo de inferioridad manifiesto por parte de alguien cuya admiración por los siniestros personajes que mencionara (Ilich Ramírez Sánchez, Robert Mugabe y Mahmoud Ahmadinejad), expresa su mediocridad y su falta de resolución a la hora de pensar en emularlos.En otras palabras, El Último Rey de Venezuela carece de la grandeza genocida de Amin, de la crueldad inhumana de Mugabe, del fanatismo reconcentrado de Ahmadinejad y de la sangre fría de Carlos, “El Chacal”. Para fortuna de los venezolanos, hasta ahora lo que hemos tenido es un bocón que fracasa en sus golpes de Estado, un militar de opereta que declara guerras imaginarias y un aspirante a dictador que viola derechos humanos en tono menor, si lo comparamos con los 300 mil muertos de Amin, los veinte mil de Mugabe o el sacrificio (lo llamaban “la gloria del martirio”) al cual enviaba Ahmadinejad a niños fanatizados de doce años que desactivaban minas durante la guerra con Irak.
Todo eso no quiere decir que Chávez sea una inocente paloma. Todo lo contrario, a la chita callando Chávez encarcela a inocentes, es el responsable, por omisión premeditada, de los 15 mil venezolanos que mueren anualmente en hechos de violencia, está salpicado por el apoyo que presta a organizaciones como las FARC, se ha convertido en el apoyo fundamental de una dictadura atroz como la cubana y manifiesta su solidaridad con gobernantes como el sudanés Omar Hassan al Bashir, sobre quien pesa orden de captura por la Corte Penal Internacional, acusado de la muerte de 300 mil personas.Además, si concibe a Idi Amin como un patriota nacionalista, quien, a su vez, expresaba su devoción por Hitler, no debería extrañarnos, entonces, que profese una patológica fascinación por el peor genocida de la historia universal. Sobre todo si tomamos en cuenta que el oscuro cabo de un regimiento bávaro, durante la Primera Guerra Mundial, recibió la Cruz de Hierro por su valentía en el frente de batalla, mérito que hasta el momento el venezolano no ha podido exhibir.
Claro, mientras siga en el poder la amenaza de la emulación está latente y es posible que el lánguido deseo de parodiar leyendas tan inauditas se materialice en algún tipo de loca y sangrienta gesta que lo iguale con los sujetos de su desenfrenada admiración.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La gran estafa.
Teodoro Petkoff, en TalCual:

Tres años largos hace que el “hiperlíder” le propuso al país la construcción del socialismo el siglo XXI y todavía no se le ve el queso a la tostada.

Ninguno de los “teóricos” nacionales e importados que militan en “el proceso” ha podido nunca definir el significado de tal concepto y ahora que se inicia el congreso ideológico del PSUV no es difícil imaginar que el tema será obviado y pasado por debajo de la mesa.

La única concreción real de la fulana doctrina ha sido, en lo económico, la progresiva reedición del capitalismo de estado aunado al acoso progresivo a los sectores productivos privados y en lo político, el desmontaje continuo de la institucionalidad establecida en la constitución de 1999 para garantizar la perpetuación en el poder de la actual clase gobernante.

Todos los invenciones planteadas para darle estructura al tal socialismo del s.XXI como praxis económica, han muerto antes de nacer o terminado en el fracaso.

Tal es el caso de la cogestión, las empresas de producción social, los saros, los saraitos, las cooperativas, los núcleos de desarrollo endógeno, los consejos obreros, el trueque, las monedas comunitarias o las fulanas 200 fábricas socialistas.

En lo político, el socialismo chavista lo único que ha hecho es desmontar la descentralización, asfixiar política y económicamente a las regiones, eliminar la representación proporcional, instaurar el culto a la personalidad, sembrar la división entre los venezolanos y burlar los derechos políticos y civiles de quienes se oponen al régimen.

Mientras campean la corrupción, el despilfarro y la ineficiencia en la administración del Estado, uno se pregunta ¿en qué consiste el cacareado socialismo chavista? Con elementos suficientes para implementar medidas que pudieran denominarse de corte socialista, el chavismo prefiere pasar agachado y voltear la página al tiempo que los nuevos ricos aliados al poder se siguen enriqueciendo y la clase política gobernante mantiene de manera cínica su discurso “reivindicativo”.

Ahí está la reducción de la jornada laboral, prevista en las Constitución de 1999 y planteada luego como eje de la fallida reforma de 2007. Cinco años de dominio absoluto y virtualmente unánime del chavismo en la Asamblea Nacional no han bastado para aprobar una nueva Ley del trabajo que dé cumplimiento a esta disposición.

Lo mismo pasa con la reimplantación de la retroactividad en las prestaciones sociales. ¿Cuál es la excusa para que los diputados “socialistas” le nieguen ese paraíso a los sectores populares? Es también el caso de legislaciones de avanzada propuestas por uno que otro ingenuo impenitente para defender a los consumidores. ¿Qué pasó con la ley propuesta en 2007 para regular los servicios clínicos, o más recientemente, con las legislaciones para combatir la especulación en la venta de viviendas y vehículos? Pues nada, puro aguaje, porque esta revolución y su mentado discurso libertario han resultado ser sólo una coartada para perpetuar a una nueva clase gobernante, mientras que el socialismo del siglo XXI ha terminado siendo en definitiva, sólo una gran estafa.